Abstinencia sexual y sus consecuencias en la salud mental

Después de seis años juntos y de estar a punto de casarse, Marta y Rodrigo decidieron dejar su relación de mutuo acuerdo. Había algo que no terminaba de funcionar entre los dos, incluso después de haberse conocido de una manera tan profunda e íntima en ese tiempo. No había terceras personas, ni infidelidades. La rutina, como tantas veces pasa, había hecho mella en la relación, y poco a poco había ido diluyendo ese amor que sentían el uno por el otro. Al principio no podían estar separados más de unas pocas horas. Después de esos seis años, llegaban a casa y sencillamente se sentaban juntos en el sofá, o dormían en la misma cama, pero casi sin tocarse. La vida les había cambiado, se había vuelto más compleja, más difícil, y en lugar de refugiarse el uno en el otro decidieron alejarse, o tal vez no pudieron evitarlo. Cuando rompieron, llevaban más de tres meses sin sexo, y estuvieron de acuerdo en que aquello ya no tenía solución.

La actividad sexual es uno de los puntos que más unen a una pareja, por más que muchos intenten rebajar su importancia dentro de cualquier relación. Si solo ves el sexo como algo lujurioso y pecaminoso, casi vulgar, no podrás llegar a entender jamás cómo sirve para cohesionar las emociones y los impulsos que sentimos. Porque el sexo va mucho más allá de un simple coito, y puede ser una vía de escape para los problemas de pareja, pero también una forma de conexión como ninguna otra que exista. De hecho, cuando el sexo está fallando en una pareja, todo lo demás comienza a ir mal. La necesidad de ese afecto, de esa conexión intensa entre los cuerpos, se hace imprescindible, por más amor y cariño que haya. Y no ocurre solo dentro de una pareja estable. Las personas que llevan tiempo sin practicar sexo pueden ser más proclives a sufrir problemas como ansiedad, depresión o estrés, además de baja autoestima y limitaciones sociales.

La importancia del sexo en nuestra vida ha quedado socialmente reducida por ser un tabú, pero los estudios científicos son innegables. La abstinencia sexual, especialmente la forzada, puede ser terrible para nuestra salud mental.

El sexo y su relación con nuestro bienestar

Colocar al sexo como la parte más importante para tener una buena salud mental tampoco es de recibo. Es uno de tantos factores que puede llegar a afectarnos, como nuestro propio trabajo, la realización de una afición que nos genere felicidad, o las relaciones emocionales con los que nos rodean. El sexo, sin embargo, tiene un matiz muy importante, y es que es un generador de endorfinas como pocos vamos a encontrar en nuestra vida. Cuando tenemos sexo con alguien y estamos disfrutando, el cerebro genera un chute de estos neurotransmisores que, literalmente, nos provoca una gran felicidad. Pasa también con la comida, con la música o con el deporte, pero raras veces de una manera tan intensa y estimulante. Por eso, el cerebro recuerda esa sensación y nos “empuja” a repetirla.

Ese chute de felicidad que sentimos durante el sexo no se queda solo en el corto plazo, en el momento del placer, sino que funciona también a medio y largo plazo. Nuestro organismo entiende que esa sensación es positiva, y que debemos repetirla para disfrutar más y estar mejor con nosotros mismos. En este sentido no somos muy diferentes a esas cobayas utilizadas en experimentos conductivistas. Cuando algo nos hace sentir bien buscamos la manera de seguir haciéndolo, incluso de forma subliminal. El sexo no solo genera esa felicidad instantánea sino que sirve también como catalizador para despejar nuestra mente de problemas y preocupaciones, alejando el estrés. Los estudios han confirmado los beneficios de la actividad sexual para evitar trastornos leves y moderados en la salud mental, como si ese chute de endorfinas aliviara y refrescara nuestro cerebro.

La abstinencia puede ser un grave problema

La versión contraria todavía no ha sido tan estudiada, seguramente por la falta de personas que están sufriendo abstinencia contra su voluntad. Hay que especificar en este caso que no hablamos de aquellas que han decidido, por el motivo que sea, ser célibes o no tener relaciones sexuales. Es una decisión que puede generarles ciertos conflictos e incluso una represión importante, pero que toman por su cuenta. La frustración real llega cuando intentamos tener sexo pero no lo conseguimos, por no contar con una pareja habitual, por tener problemas que nos provoquen dolor durante el coito… Hay mujeres que sufren dispareunia, una condición que les causa grandes molestias durante el acto sexual. Los estudios afirman que son más proclives a tener depresión y ansiedad, y que su autoestima es más baja, debido a esta condición.

La abstinencia genera además un círculo vicioso tremendamente peligroso, en el que nuestra libido desaparece por completo. Como si el cerebro se olvidase de tener ese deseo sexual, al entender, tal vez de forma errónea, que no “necesitamos” ese tipo de estímulos. Si no generamos ese deseo al final acabamos por despreciar todo lo que tiene que ver con el sexo, y la abstinencia se vuelve aun más intensa. Algunos expertos han estudiado los efectos de dicho celibato en ciertas culturas tanto actuales como antiguas, determinando que solían ser más agresivas, en su conjunto, que aquellas que entendían el placer como algo natural. La abstinencia también puede provocar una visión mucho más cerrada de nuestra realidad y de nosotros mismos, al considerar que no tenemos sexo por ser poco atractivos o deseados.

Las trabajadoras sexuales, alternativas para aliviarnos

Como apuntábamos anteriormente, a veces la abstinencia es una elección, incluso puede que beneficiosa, para aquellos que consideran que el sexo es solo un obstáculo en sus vidas. Monjes de todas las religiones han decidido apartar esos pensamientos de su mente y centrar toda su fuerza y energía en otras labores. Sin embargo, cuando la abstinencia no es elegida, sino impuesta, cuando intentamos tener sexo pero por el motivo que sea no lo logramos, la frustración puede ser importante. En este sentido, los hombres cuentan además con un peso extra, el de una sociedad que espera que sean auténticos animales sexuales, sementales que se entreguen al placer a la más mínima ocasión. Incluso se quita hierro cuando, teniendo una relación estable, el chico engaña a su pareja con otra, porque en los hombres eso es “natural”.

Esa visión  ha perjudicado muchísimo el autoestima de aquellos jóvenes que no han encontrado todavía el camino hacia el placer y al sexo. Tal vez por motivos de timidez, de dolor genital o cualquier otra razón de peso, son muchos los que se mantienen vírgenes hasta edades avanzadas. O los que tienen una relación y luego, al dejarla, se quedan solteros y no encuentran forma de llegar al sexo. Por eso, las trabajadoras sexuales son una buena alternativa para evitar esa época de sequía tan prolongada, y volver a mantener nuestra mente preclara en torno a ese deseo sexual. Los beneficios del sexo para la salud ya han quedado más que demostrados, así que una visita a alguna de estas acompañantes puede ser la solución perfecta a nuestra abstinencia.