Cómo saber si eres adicto a la prostitución

La psicología ha ido detectando, a lo largo de este último siglo, numerosas adicciones que tienen un factor común: afectan de manera directa a la vida de quienes las sufren, provocándoles problemas de todo tipo. Estamos acostumbrados a ver campañas contra las drogas, sustancias que provocan una adicción bastante fuerte y que enganchan muy rápido. También sabemos de la adicción al tabaco, al alcohol, que no por ser drogas legales son menos dañinas. Incluso la adicción al juego, o a los teléfonos móviles, está dando mucho que hablar en los últimos tiempos. Nos hemos convertido en carne de cañón para estas adicciones, con una mente débil que parece decantarse siempre por el consumo sin control. De comida, de bebida, de drogas, e incluso de sexo. Y es que hay una enfermedad diagnosticada que nos habla de la adicción al sexo como un problema grave, cuando no podemos controlar nuestros impulsos. Las personas que la sufren están siempre cachondas y no pueden evitar el que esto interfiera en su vida laboral y personal.

La serie Californication, protagonizada por David Duchovny, reflejaba muy bien este problema, aunque es cierto que lo dulcificaba bastante a veces. Puede parecer algo no tan grave, porque al final el sexo no es malo en sí, pero estar obsesionado con él sí que puede llegar a serlo. Si ese deseo intenso e insaciable nos hace dejar de lado otras cosas solo por poder pensar en ello, tenemos un problema. Y el problema se agrava aun más cuando, para poder complacer dicha lujuria, caemos en la tentación de pagar por sexo. La adicción se transfiere entonces a la prostitución, algo mucho más habitual de lo que podríamos pensar en un primer momento. Es doblemente complejo este problema, ya que pocos hombres reconocen abiertamente y en público acudir a los prostíbulos, y tampoco es fácil reconocer una adicción, sea cual sea. La terapia puede ayudar a solucionar este problema que puede afectar gravemente a nuestra vida privada y económica, porque estar enganchados al sexo de pago nos puede salir por un ojo de la cara.

¿Es común en muchos hombres?

Aunque también hay mujeres que pagan por tener sexo, la inmensa mayoría de los clientes de esta industria son varones. Hombres de todas las edades, de todas las razas y condiciones, desde ricos hasta humildes. Llegan a pagar por sexo porque es una forma fácil de tener relaciones, que de otra forma les costaría mucho más. Por ser rechazados y necesitar urgentemente un poco de calor y mimos. Por echar una canita al aire y dejar a un lado las preocupaciones del día a día. Motivos hay muchos, pero el verdadero problema llega cuando una persona paga por sexo por simple inercia, por costumbre, y sin poder controlarlo. Incluso llegando a odiarse a sí mismo, a renegar de eso y prometer que no lo hará más, la adicción les hace recaer.

Los Síntomas

Algo que tienen en común la mayoría de adicciones, por no decir todas, es que la persona que las sufre es incapaz de controlarse ante aquello que le provoca la adicción. No se trata solo de estar enganchado a algo, lo cual ya es preocupante, sin duda. Es ir un paso más allá, reconocer que tenemos un problema, que no podemos seguir así… pero no poder salir de ese círculo vicioso, y nunca mejor dicho en este caso. Hay hombres que ni siquiera se dan cuenta de que tienen un problema hasta que es demasiado tarde. Arruinados, con su vida social totalmente destrozada por estar siempre en burdeles, han caído en una espiral de vergüenza que les impide ver la luz. Sin embargo, esta situación no es definitiva, ni mucho menos. Estar atentos a los síntomas suele ser la mejor manera de reconocer el problema y estar a tiempo para ponerle remedio.

¿Vas a menudo a prostíbulos y pagas por sexo una o dos veces al mes? Seguramente no puedas considerarte un adicto, porque tu deseo no ha llegado a pesar tanto sobre ti, pero debes tener cuidado. ¿Podrías estar dos meses sin acudir a ver a una prostituta? Entonces sabrás que aunque la situación es complicada, estás a salvo. El problema real llega cuando no eres capaz de controlar ese impulso, por más que quieras. Cuando esa adicción interfiere en tu vida cotidiana, en tus relaciones íntimas incluso. Porque ser adicto a la prostitución es algo que puede ocurrirle a un hombre maduro y soltero, pero también a un chico joven y con pareja, que tenga sexo de manera habitual con ella, pero necesite algo más, por lo que recurre de manera habitual a las escorts. Si eres incapaz de dejar de acudir a burdeles, aun cuando  ya reniegas de ese tipo de servicios, lo mejor es ponerte en tratamiento.

Sobre el tratamiento

Existen muchas terapias que pueden ayudarte a combatir la adicción al sexo, de la misma forma que se combaten otras tantas adicciones. Hay casos más leves en los que el adicto ha sabido darse cuenta pronto del problema, y acude a terapia para poder conocer la raíz del mismo. ¿Qué nos lleva realmente a desear esos encuentros con prostitutas? ¿Por qué tenemos esa fijación con el sexo de pago? La terapia suele ser bastante útil en estos casos si el chico está preparado para ser valiente y no se guarda nada dentro. La sinceridad debe ser total y absoluta por parte del paciente, puesto que de lo contrario los avances no serán tan evidentes. Es una terapia compleja, que se basará normalmente en entender el problema y mostrar un verdadero compromiso para solventarlo.

El tratamiento de adicción a la prostitución es una parte del proceso de “desintoxicación” del sexo, algo todavía más complejo. Y es que hay hombres que simplemente son adictos al placer sexual, y al no poder tenerlo con una pareja, lo buscan en una profesional, aunque sea pagando. El problema viene dado por un mal entendimiento del placer, o por la utilización del sexo como válvula de escape para todo lo demás, algo parecido a lo que ocurre con aquellas personas que tienen problemas de alimentación. Hasta que el paciente entienda que hay otra forma de disfrutar del placer sexual, el periodo de abstinencia parece imprescindible. Y eso es algo tremendamente duro para cualquier hombre, especialmente para los que están acostumbrados a tener mucho sexo. Un “mono” que puede ser bastante duro de pasar, pero que es la única solución para salir de un problema que, de lo contrario, puede hundirnos por completo.