Superar la pérdida de un ser querido

Vivimos totalmente despreocupados, pensando en el presente, haciendo lo que nos hace más felices en este momento y sin parar a pensar que todo cuanto tenemos es pasajero y algún día la muerte llama a nuestra puerta para llevarnos o para llevarse a uno de nuestros seres más queridos.

Cuando hay una larga enfermedad de por medio somos capaces de ir interiorizándolo poco a poco, de asumir la pérdida a corto plazo y logramos levantarnos mucho antes y poder seguir con nuestra vida. Sin embargo, cuando la muerte nos golpea al improviso y se lleva a una persona que lo era todo para nosotros, el mundo se nos viene encima y no sabemos qué hacer para salir adelante.

Durante los días posteriores lo más probable es que no tengas ganas de comer, no logres dormir bien, estés revuelto del estómago, sientas tensión, ansiedad, nervios y estés apático para hacer prácticamente cualquier cosa. No te preocupes por eso, tan solo te encuentras en el proceso natural del duelo.

Fases del duelo

El duelo se divide en cinco fases o etapas:
La primera de ella es la de negación, y tal como su propio nombre indica es aquella en la que nos resistimos a creer lo que ha sucedido, aplazamos el dolor para más adelante. Puede que verbalmente lo admitamos y puede que los demás crean que realmente lo hemos aceptado, pero en nuestro interior nos resistimos a creer que esto es así y nos seguimos comportando como si nada hubiera pasado.

Lamentablemente, no podemos permanecer en la fase de negación durante demasiado tiempo pues en nuestro día a día chocaremos de frente con la realidad.

La fase de la ira es la segunda etapa del duelo. Nos entra un sentimiento de enfado, rabia y resentimiento. Buscamos responsables de lo que ha pasado e incluso podemos llegar a culpabilizar a personas de nuestro entorno con el objetivo de enfocar todo ese dolor y esa rabia hacia alguien concreto.

Pero sabemos que esto no es justo y que estamos enfocando toda nuestra frustración en alguien que no posee la menor culpa y es por eso que antes o después pasamos a la etapa de la negociación en la que llegamos a pensar incluso que aún estamos a tiempo de revertir la situación ya sea contactando con entidades divinas, con gurús o con cualquier otro que nos prometa devolver a la vida a esa persona tan querida a cambio de realizar importantes cambios en nuestra vida.

Cuando nos damos cuenta de que la negociación tampoco es la mejor solución, entramos en la fase más dura, la etapa de la depresión, que es aquella en la que sentimos un enorme vacío, un dolor inmenso que nos recorre por dentro y nos lleva a una crisis existencial en la que incluso podemos llegar a plantearnos por qué seguir viviendo, por qué seguir persiguiendo nuestros sueños si ya no podremos hacerlo con la persona con la que habíamos planteado llevar a cabo todos estos planes.

Durante todo este proceso, nuestra vida se ha detenido por completo y no sabemos seguir adelante. Cuando alcanzamos la quinta fase, la etapa de la aceptación, es cuando empezamos a comprender que hay más vida después de la muerte, que debemos aceptarlo como parte de las reglas del juego y que tenemos que seguir adelante, y con él tiempo volver a sentir alegría, placer y tratar en la medida de lo posible de volver a la normalidad. Eso sí, eso no implica en absoluto olvidar a la persona querida que se nos ha ido, y volveremos a recordarla en cumpleaños, aniversarios, navidad o cualquier otra fecha relevante.

Cuando el duelo se vuelve adictivo

Un grupo de científicos de California ha realizado un estudio en el que ha analizado el cerebro de un amplio grupo de personas que se encontraban en duelo y los ha separado en dos sectores en función de si se trataba de un duelo complicado o de uno normal.

A ambos grupos se les mostró una fotografía del ser que habían perdido y, estando su cerebro conectado a una máquina, se analizaba las partes del mismo que estaban siendo estimuladas en cada momento. Se estableció que la red cerebral del dolor se activaba en todas las personas estudiadas cuando veían la foto en cuestión.

Sin embargo, en las personas que tenían un duelo complicado, se activaba además un área del cerebro conocida con el nombre de nucleus accumbens que se asocia a la recompensa y que tiene un papel importantísimo en el desarrollo de los vínculos afectivos entre las personas.

Así pues, los científicos llegaron a la conclusión de que las personas que tenían un duelo complicado recibían estímulos de las neuronas de los centros de recompensa o lo que es lo mismo, sentían una especie de alivio y satisfacción cuando se sentían mal por esa persona, lo que hacía que fueran de alguna manera adictos a esa sensación de duelo continuo.

Afrontar una muerte inesperada

Cuando en nuestra vida nos toca superar el impacto de una muerte inesperada es fundamental no aislarnos, tener el apoyo de familiares y amigos es totalmente necesario para no hundirnos completamente en un fondo que no parece tener fondo.

Es normal además que tratemos de buscar culpables a toda costa e incluso que nos sintamos culpables nosotros mismos. Sin embargo, tenemos que aceptar que la muerte forma parte del proceso natural de la vida y que todo lo que tenemos que hacer es tratar de digerirlo cuanto antes y recolocar las piezas de nuestra vida para que puedan volver a tener sentido sin esa persona.

Superar la pérdida de un ser querido fallecido de manera traumática

Si la persona además ha fallecido en circunstancias dramáticas como el haber sido asesinada o haberse suicidado, el dolor es aún más insoportable pues al dolor normal se le añade un sentimiento de odio y enfado a la persona que ha acabado con su vida en el caso de asesinato o, en el caso del suicidio, puede que nos culpemos a nosotros mismos por no haberlo visto venir, o incluso odiemos al fallecido por haber hecho lo que hizo.

En el caso de los asesinatos, una forma de aliviar el dolor es sabiendo que el asesino sufrió su merecido, que se encuentra entre rejas y que pasará allí mucho tiempo. Sí, eso no te devolverá a la persona ya fallecida, pero el dolor será mucho menor que si el asesino queda totalmente impune.

El tema del suicidio ya es bastante más complicado pues tendemos a pensar que una persona que se suicida no ha recibido el apoyo suficiente y nos sentimos totalmente culpables de lo ocurrido. Sin embargo, tenemos que dejar de culpabilizarnos. No fuimos nosotros los que apretaron el gatillo, o los que le incitaron a hacer lo que hicieron, él o ella lo hizo de manera voluntaria y sabiendo muy bien lo que hacía, por lo que el primer paso para superar la muerte es dejar de sentirnos culpables y, a partir de ahí, comenzar las cinco fases del duelo, que serán las que nos ayuden a volver a levantarnos y sonreír cada mañana, dando gracias de que seguimos vivos un día más.