Ecuanimidad y su importancia en el bienestar

Decía el gran filósofo español José Ortega y Gasset que “yo soy yo y mis circunstancias”, para apuntar a la necesidad de contextualizar nuestro pensamiento, nuestro comportamiento y nuestra propia forma de ser, aludiendo a nuestro entorno, a cómo hemos sido criados, a las vivencias que hemos tenido y seguimos teniendo, que nos van configurando como personas. Lo que nos ocurre, lo que pasa a nuestro alrededor, acaba afectándonos de una u otra forma. A veces de una manera más intensa y decisiva, otras, con una simple llamada de atención sobre un tema en concreto. La resilencia es un concepto de trata de explicar la capacidad por la que somos capaces de adaptarnos a los cambios y conseguir así que no nos afecten tanto cuando se producen. Y muy emparejada con ella, aunque con otro significado diferente, tenemos también la ecuanimidad, un estado mental al que muchos querrían llegar, pero que es tan fácil de conseguir.

Vivimos en un mundo que nos hace estar pensando constantemente en el futuro, con miedo en la mayoría de ocasiones, y también en el pasado, con resignación, por haber cometido errores o por no poder volver a ese momento en el que parecíamos más felices de lo que somos ahora. Añoranza y temor ante lo que vendrá son dos características comunes en nuestro día a día, que por supuesto, nos acaban afectando. Primero que nada, porque afectan a nuestra forma de vivir el presente. Casi nadie se da cuenta de que lo que está viviendo aquí y ahora es lo importante, porque ha sido el futuro que hemos planteado antes y será el pasado que recordemos en un tiempo. Crear un presente de estabilidad emocional es el mejor antídoto para conservar esa entereza frente a todo lo que venga por delante. Y esto se consigue a través de la ecuanimidad, un término que puede parecer utópico en un principio, pero que no está tan lejos como pensamos.

Leer Mas